Psalms 88

Promesa del reino mesiánico a David

1
1 ss. Varias veces figura el nombre de Etán, como el de Asaf, entre los levitas cantores del Templo constituidos por David (I Paralipómenos 6, 31 ss.), lo mismo que Hemán, quien figura como autor del Salmo anterior. En el presente, que empieza con un himno (1-19), el contenido central es profético (20-38), terminando en forma elegíaca que suspira por la decadencia actual del pueblo que recibió tales promesas. ‘El punto especial sobre el cual quiere insistir el salmista es la alianza, garantizada por un solemne juramento, que Yahvé contrajo con la dinastía davídica: esta dinastía debe guardar el trono para siempre’ (Calès). Aunque no es un Salmo precisamente sapiencial es llamado Maskil, debido quizá por las enseñanzas que contiene de historia y profecía.
Maskil de Etán ezrahita.
2
2. Es el anhelo supremo del alma que cree en el amor paternal de Dios y ansía que todos lo vean. Es el lema de Santa Teresa de Lisieux. Cf. Salmo 49, 14 y nota.
Quiero cantar eternamente
las misericordias de Yahvé;
que mi boca anuncie tu fidelidad
de generación en generación.
3
3. Sobre misericordia y fidelidad véase versículo 15; Salmo 116, 2 y notas. Afirmaste: se refiere a la solemne promesa que sigue en el versículo 4 s.
Porque Tú dijiste: “La misericordia
está afianzada para siempre”,
y en el cielo afirmaste tu fidelidad:
4“He hecho un pacto con mi escogido,
he jurado a David, mi siervo:
5
5. He aquí el tema principal de este Salmo como del Salmo 131 (véase allí las notas): la promesa de la realeza eterna de David, que se lee en II Reyes 7, 10-16. Es de notar que el mismo Rey Profeta creyó entonces que esa promesa se cumpliría ininterrumpida y eternamente desde Salomón. Así lo dice en su sublime plegaria (II Reyes 7, 24-29) y lo repite en su último cántico (II Reyes 23, 5). Pero la promesa hecha después a Salomón llevaba una condición (III Reyes 6, 11-13; 9, 4-9) que fue violada (III Reyes 11, 11). Así lo confirma el profeta Ahías en III Reyes 11, 29-39 y el mismo David en su lecho de muerte (III Reyes 2, 3 s.). Véase versículo 31 ss. y nota. Tratase, pues, de un Salmo mesiánico porque la promesa hecha a David se cumplirá en Jesucristo (Lucas 1, 32; Isaías 9, 7; 22, 22; 55, 3; Daniel 7, 14; 7, 27; Miqueas 4, 7, etc.; cf. Salmo 44, 7 y nota).
Para siempre haré estable tu descendencia;
daré firmeza a tu trono
por todas las generaciones.”
6Los cielos pregonan
tus maravillas, oh Yahvé,
y tu fidelidad la asamblea de los santos.
7
7 ss. Los hijos de Dios: Son aquí los ángeles en sentido lato, como se ve por el contexto (cf. Job 1, 6; 38, 7). El salmista quiere destacar la absoluta e infinita superioridad y omnímoda autoridad de Dios sobre todos los seres creados, por elevados que estén (cf. Daniel 4, 14 y 10, 13 y notas). Lo mismo hace San Pablo en Hebreos 1, 4-14, no ya con respecto al Padre sino al Verbo encarnado, Jesús.
Porque ¿quién en los cielos
se igualará a Yahvé,
y quién entre los hijos de Dios
será semejante a Él?
8Dios es glorificado
en la asamblea de los santos;
grande y formidable sobre cuantos le rodean.
9
9. ¿Quién como Tú? (cf. Salmo 76, 14). Es el grito de guerra que da nombre al Arcángel Miguel: ¿Quién como Dios? (hebreo: Mi-ca-Él). Cf. Daniel 10, 13 y 21; 12, 1; Judas 9; Apocalipsis 12, 7 ss. Yah: forma abreviada de Yahvé: el Ser por excelencia (cf. Éxodo 3, 14 y nota). Es decir que su Nombre es sinónimo de la verdad (Juan 17, 17), esencialmente opuesto a lo que no es, la mentira. De ahí que esté como circundado por su fidelidad. Cf. versículo 15.
¡Yahvé, Dios de los ejércitos!
¿Quién como Tú?
Poderoso eres, oh Yah,
y tu fidelidad te circunda.
10
10. Cf. Job 38, 11.
Tú señoreas la soberbia del mar,
Tú domas la altivez de sus olas.
11
11. Rahab, monstruo en que se personifica la soberbia y rebelión (en hebreo significa excitado, conmovido); las aguas que al principio cubrían la tierra (Génesis 1, 2, 6-9) se representan aquí en poética personificación como enemigos con quienes Dios lucha (cf. versículo 10; Salmo 73, 13; Job 9, 13; 26, 12; Isaías 51, 9 s.). Así lo explica, p. ej., Bover-Cantera. Según otros, Rahab es Egipto (cf. Salmo 86, 4) (Salterio Romano). Calès opina que aquí también puede ser Egipto si por los enemigos dispersos se alude a las naciones gentiles.
Tú hollaste a Rahab como a un cadáver;
con el poder de tu brazo dispersaste a tus enemigos.
12
12. Es frecuente en ambos Testamentos esta forma de alabar a Dios mediante un acto de fe en Él como Creador y Señor de todo (cf. Hechos 4, 24).
Tuyos son los cielos
y tuya es la tierra,
Tú cimentaste el orbe
y cuanto contiene.
13
13. ‘En la Transfiguración, el Tabor y el Hermón se estremecieron a la vista de la gloria de Cristo’ (Calès). Por eso sin duda el Salmo se dice en esa fiesta.
Tú creaste el Septentrión
y el Mediodía;
el Tabor y el Hermón
se estremecen al Nombre tuyo.
14Tú tienes el brazo poderoso,
fuerte es tu mano,
sublime tu diestra.
15
15. ¿Quién es el rey de la tierra que puede atribuirse semejante elogio? La bondad misericordiosa (hésed) y la fidelidad (emunáh), con que nos conserva su amor y nos cumple sus promesas, están siete veces repetidas en este Salmo y son los dos títulos de gloria que más invoca Dios en las Escrituras. ¿Puede haber mayor motivo de felicidad y de confianza para nosotros? Cf. Números 23, 19; Salmo 99, 5, etc.
Justicia y rectitud
son las bases de tu trono;
la misericordia y la fidelidad
van delante de Ti.
16
16 ss. En este pasaje (versículos 16-19) en que es muy discutido el Texto Masorético, nos parece más claro el sentido de los LXX que, como la Vulgata, usa los verbos en futuro (así también Vaccari), ya que el triste estado actual de Israel que lamenta el salmista (versículos 39 ss.) no permite suponer esta alegría como presente, sino más bien como preámbulo a los gloriosos anuncios proféticos que siguen (versículos 20 ss.). “El alegre llamado” podría ser el de Salmo 97, 6 (cf. Salmo 109, 3 y nota). Sobre la alegría en la Nueva Alianza, véase Salmo 150, 5 s.; Isaías 66, 10; Juan 17, 13, etc.; Filipenses 4, 4; Romanos 14, 17; I Pedro 1, 8.
¡Dichoso el pueblo
que conoce el alegre llamado!
Caminará, oh Yahvé,
a la luz de tu rostro.
17Continuamente se regocijará
por tu Nombre,
y saltará de exultación
por tu justicia.
18
18. Por favor tuyo: Lo único que no hay que quitar a Dios es el honor: la gloria de ser el solo excelente, y bueno y generoso y sabio (Isaías 42, 8; 48, 11; Romanos 16, 27; I Timoteo 1, 17; Judas 24). Todo lo demás nos lo da Él, hasta la felicidad eterna y su propio Hijo (Juan 3, 16) en quien Él tiene puesta su complacencia (Mateo 17, 5). Por eso Jesús niega que pueda tener fe el que busca su propia gloria (Juan 5, 44), y llama lobos rapaces a los falsos profetas, porque es un robo el apropiarse de una parte de gloria y alabanza, por mínima que sea, ya que toda ella pertenece exclusivamente a su Padre. En esto consiste principalmente el abismo que separa el Evangelio y el mundo. Este mira como virtud y suele llamar noble altivez lo que para Dios no es más que soberbia. Afirmar la propia personalidad es el consejo que daba Séneca, Volverse niño negándose a sí mismo, en la propia personalidad es, como sabemos, lo esencial en el discípulo de Jesucristo (cf. I Corintios 1, 29), pues los niños serán los primeros en el Reino, y los que no sean como ellos no entrarán (Mateo 18, 1 ss.).
Porque Tú eres la gloria de su fortaleza,
y por favor tuyo
será exaltado nuestro poder.
19Pues de Yahvé es nuestro socorro,
del Santo de Israel, que es nuestro Rey.
20
20. En los versículos siguientes el salmista se refiere al vaticinio del profeta Natán acerca de la perpetuidad del reino de David (II Reyes 7, 8-16). El “héroe” que recibe la corona es, como veremos, David (versículo 21), el cual es asimismo figura de Cristo. Cf. Bar. 5, 2; Ezequiel 37, 24-25.
Hablaste un día en visiones a tus santos, y dijiste:
“He impuesto la corona a un héroe,
he ensalzado al escogido de entre mi pueblo.
21
21. He descubierto: Notable expresión, como diciendo: he hecho un hallazgo, que estaba escondido en su insignificancia (cf. I Reyes 13, 14; 16, 1-13). En Hechos 13, 22 se cita este versículo haciendo de David, no obstante su pecado de II Reyes 11, un elogio insuperable, que se confirma en III Reyes 11, 34; Eclesiástico 47, 9, etc. y se explica en Hechos 7, 46. David, como María Santísima, halló gracia ante Dios (Lucas 1, 30), es decir, le fueron agradables, porque ambos eran pequeños (Proverbios 9, 4 ss.).
He descubierto a David, mi siervo,
lo he ungido con mi óleo santo,
22para que mi mano esté con él siempre
y mi brazo le dé fortaleza.
23No lo engañará el enemigo;
ni el maligno lo humillará.
24Pues Yo destrozaré delante de él
a sus enemigos,
y destruiré a los que le odian.
25Mi fidelidad y mi gracia están con él;
y en mi Nombre será exaltado su poderío.
26Extenderé su mano sobre el mar,
y su diestra sobre los ríos.
27
27. Tú eres mi Padre: ‘Apelación que responde a aquella por la cual Yahvé ha dicho a su Ungido: Tú eres mi Hijo, en el Salmo 2, 7’ (Desnoyers). Cf. versículo 28 y 37; Salmo 109, 3 ss.
Él me invocará: “Tú eres mi Padre;
Tú mi Dios y la roca, de mi salud.”
28
28. Primogénito. Así llama San Pablo a Jesús (Romanos 8, 29; Colosenses 1, 15-18).
Y Yo lo haré primogénito;
el más excelso entre los reyes de la tierra.
29Le guardaré mi gracia eternamente,
y para él será firme mi alianza.
30Haré durar para siempre su descendencia,
y su trono como los días de los cielos.
31
31 ss. En II Reyes 7, 14 ss. se explica cómo la profecía pasa aquí del Hijo de David (Cristo), objeto de la promesa infalible y sin término, al hijo inmediato de David (Salomón), en quien la promesa fue condicional (versículos 3-5), y a sus descendientes, cuyas faltas no impedirán el cumplimiento de la promesa hecha a David (versículos 35 ss.).
Si sus hijos abandonaren mi Ley
y no caminaren en mis preceptos,
32si violaren mis disposiciones
y no guardaren mis mandamientos,
33castigaré con la vara su delito,
y con azotes su culpa;
34pero no retiraré de él mi gracia,
ni desmentiré mi fidelidad.
35No violaré mi pacto,
ni mudaré cuanto han dicho mis labios.
36Juré una vez por mi santidad;
¿acaso quebrantaré mi palabra a David?
37
37 s. Por tercera vez repite Dios la solemne promesa (cf. versículo 4 s.; 20 ss.). Como el sol , etc. Cf. Salmo 71, 5; Jeremías 30, 20 ss., etc. Es la misma promesa de II Reyes 7, 16. Testigo fiel en el cielo. Texto inseguro. Si consideramos la frase en sus diversos aspectos, el testigo sería, según algunos, el propio Dios que garantizaría su promesa. Otros piensan en la misma luna; otros, en el arco iris de la alianza con Noé (Génesis 9, 13 s.). Varios modernos proponen otra lección que significaría más bien: estable para siempre como las alturas de los cielos. La nota musical “selah”, en el original, acentúa la importancia de todo este pasaje.
Su descendencia durará eternamente,
y su trono como el sol delante de Mí,
38y como la luna, firme para siempre,
testigo fiel en el cielo.
39
39 s. Desde aquí hasta el versículo 52 se desarrolla el cuadro de la realidad triste y oscura; están derrotados el ejército y el poder del ungido, es decir, del rey. Se cumplen las sanciones anunciadas en los versículos 31 y sigs.
Sin embargo Tú (nos) has rechazado
y echado fuera,
te has irritado gravemente
contra tu ungido;
40has despreciado el pacto con tu siervo,
profanaste su corona (echándola) a tierra.
41Has destruido todas sus murallas,
has reducido a ruinas sus fortificaciones.
42Lo saquearon cuantos pasaron por el camino,
ha venido a ser el ludibrio de sus vecinos.
43Levantaste la diestra de sus adversarios,
llenaste de regocijo a todos sus enemigos.
44Le embotaste el filo de su espada,
y no le sostuviste en el combate.
45Apagaste su esplendor
y derribaste por tierra su trono.
46Abreviaste los días de su juventud,
lo cubriste de ignominia.
47
47. ¿Te esconderás para siempre? Es el lamento cien veces repetido de Israel durante su larga prueba. Cf. Salmo 76, 8; 78, 5; 84, 6. Según Isaías esto se vincula con la ceguera del pueblo de Dios. Cf. Isaías 6, 9-13 y nota a este último.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Te esconderás para siempre?
¿Arderá tu ira como el fuego?
48
48. Lo que es la vida: El nuevo Salterio Romano dice: Cuan breve es mi vida. Según algunos, habría de entenderse de la vida del salmista o de la del rey, que es de edad avanzada y está ansioso por ver el cumplimiento de las promesas del Señor (cf. Números 23, 23; Tobías 13, 20; Salmo 101, 24 s.); pero, conforme al contexto (cf. versículo 49), parece evidente que tiene un alcance general, como lo observa Fillion, y se refiere a todo Israel en el sentido de que, siendo tan frágil la vida humana, y tan dura la que lleva el pueblo de Dios según los versículos 39 ss. (cf. Salmo 79, 13 s.), no solo el rey sino todos caerían en las garras del scheol (versículo 49) y jamás podrían cumplirse entonces las esplendorosas promesas davídicas (versículo 50). Y esto es tanto más real cuanto que los israelitas están como ovejas condenadas al matadero (Salmos 43, 22; 78, 11; 101, 21 ss.) y los gentiles se han propuesto borrar su nombre de la tierra (Salmo 73, 8; 82, 5). En tal caso ¿para qué habría Dios creado a los hombres si el pueblo escogido había de perecer de esa manera? Este es el sentido del segundo hemistiquio según los LXX y la Vulgata, que conservamos como Ubach y otros. Las versiones del Texto Masorético, diversamente entendidas, insistirían sobre la fugacidad de la vida: “acuérdate de qué ‘nada’ hiciste a los hombres” (Fillion), aludiendo a que Adán fue hecho de barro. Pero no es menos cierto que fue hecho inmortal, a pesar del barro, por lo cual no parece viable tal lección ni la que dice que Dios creó a los hombres caducos, pues no fue Él quien hizo la muerte (cf. Sabiduría 2, 23-24 y notas). Algunos piensan que los versículos 48-49 son transportados del Salmo 89, sea como texto o nota marginal.
Recuerda lo que es la vida;
¿acaso habrías creado en vano a los hijos de los hombres?
49
49. Como se ha visto en la nota anterior, no podría suponerse en este versículo una afirmación doctrinaria o universal sobre la mortalidad de todo hombre, que estaría aquí fuera de lugar. Por lo demás es natural que el salmista no conociera (cf. Salmo 87, 11 y nota) el misterio que San Pablo explica en I Corintios 15, 51 ss. (texto griego), según el cual hoy sabemos que los que vivamos en el momento de la segunda venida de Cristo, “seremos arrebatados… en nubes hacia el aire al encuentro del Señor” (I Tesalonicenses 4, 17).
¿Qué hombre podrá sobrevivir
sin ver la muerte,
y sustraer su vida
a las garras del sepulcro?
50¿Dónde están, Señor,
tus antiguas misericordias,
las que a David juraste por tu fidelidad?
51
51 s. Pide el castigo de las naciones que humillan a Israel a causa de la decadencia a que Dios lo abandona. Véase Joel 3; Judit 16, 20; Isaías 4, 11; 49, 25 s.; Ezequiel 38, 16 ss.; II Macabeos 6, 14; Sofonías 3, 8; Deuteronomio 32, 35, etc.
Señor, acuérdate
del oprobio de tus siervos:
llevo yo en mi pecho
las hostilidades de los gentiles,
52el insulto con que tus enemigos
persiguen, oh Yahvé,
persiguen los pasos de tu ungido.
53
53. Doxología que termina el libro tercero de los Salmos.
Bendito sea el Señor eternamente.
¡Así sea! ¡Así sea!
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